Houston, Texas. Hace algunas semanas, con bombos y platillos se anunció que, por primera vez, se habían otorgado estrellas Michellin a unos destacados restaurantes en Houston. Se concedió una codiciada estrella a seis establecimientos (BCN, Corkscrew BBQ, Le Jardinier, March, Musaafer y Tatemo) y más de quince obtuvieron la mención Bib Gourmand. La noticia es sin duda positiva y merecida para los chefs ganadores, pero los que gozamos en silencio del disfrute secreto de la magnífica gastronomía de Houston, temíamos que algún favorito se volviera inalcanzable. Felizmente eso no sucedió y mientras los “foodies” se volcaron a hablar de los ganadores yo, que soy foodie sin comillas, opté por hacer una reseña de dos restaurantes que no están en la lista ganadora de Michellin, pero sí en la mía y que recomiendo a ojo cerrado. En esta primera entrega, si es que me invitan a una segunda, hablaré de La Lucha y de Pappas Bros Steakhouse.
La Lucha (1801 N Shepherd Dr.)
Creado por el Chef Ford Fry como homenaje al célebre San Jacinto Inn, cerrado en 1987 después de 70 años de operación. El nombre del restaurante viene de la batalla de San Jacinto tan importante en la historia de Texas como país. La Lucha, es un restaurante informal y mediano, ubicado en la zona de The Heights, que se especializa en dos temas básicos y que son la columna vertebral de su carta: la comida de mar y el pollo apanado frito, íconos ambos de la comida sureña.
Para empezar, tienen una buena selección de vinos y de cervezas, la mayoría de Great Heights una cervecería local, así como una simpática selección de cocteles -espumosos, mezclados y agitados- y otros tragos más fuertes, para maridar de acuerdo con los distintos estados de ánimo de los comensales. En cuanto a la comida, se puede empezar con el “Happy Hour” de ostras del golfo (US$1.50 la unidad), perfectamente servidas en una cama de hielos picados con todos los aderezos, lo que facilita caer en la tentación. También están los camarones que se pueden ordenar a la parrilla; en una ensalada con hiervas y condimento Old Bay; en dumplings, con carne de cerdo, una combinación inusual pero magnífica (US$9.95) o simplemente al vapor, listos para pelar y comer con una remoulade espectacular (US$18.95). Y, ¿cómo no mencionar los cuellos de pargo (collars) en salsa verde, suaves y delicados o la tostada de atún y el pulpo a la parrilla?
El pollo frito, la estrella del restaurante, crocante por fuera y jugoso por dentro, lo sirven en badeja, entero o por mitades (medio US$22.95), con unos “buiscuits” sureños recién horneados y una salsa de durazno, de cual mi esposa, decidió pedir un potecito para llevar.
La Lucha, es un absoluto merecedor mi recomendación a ojo cerrado.
Pappas Bros. Steakhouse (5839 Westheimer Rd)
Pappas Bros. es un clásico steakhouse americano que conserva los manteles blancos, las lámparas individuales de luces tenues, los meseros ataviados con sus chalecos de smoking abotonados, las servilletas almidonadas y la cristalería de alta gama, todo en un ambiente totalmente tradicional. Es el sitio ideal para celebrar un aniversario, una cena de negocios, un hito familiar o simplemente para darse el gusto de comer uno de los mejores steaks de carne en Houston. Todos sus cortes son añejados en seco por 28 días y están exhibidos en neveras a la entrada. En cuanto a bebidas, su carta de vinos, robusta y extensa es complementada con una estudiada colección de Bourbons, que incluye varios Pappas Barrel Selection, incluyendo el Stagg 2023 Proof 137 (US$28) apto para hacer una fogata sin problema -un despropósito, pero apto-, así como una generosa oferta de licores que incluye desde Armagnac, Calvados y grappa hasta tequilas y mezcales. La propuesta es tan extensa que podría uno con solo los licores y vinos hacer un “liquid dinner” sin problema.
La experiencia gastronómica esta guiada por los meseros, personas cercanas, amables, con un profundo conocimiento y dominio de la carta, así como un acertado criterio para recomendar. Su foco no es empujarle a uno el plato más caro, sino enamorarlo a uno y hacerlo volver una y mil veces. Las entradas mayoritariamente de mariscos comienzan con un carpaccio de pulpo (US$27.95) con un alioli de kalamatas y, naturalmente, ostras fritas y también frescas. Ofrecen así mismo una mousse de foie gras (US$28.95) servida con arándanos y un pan brioche que casi que uno quisiera pedir el foie solo por el pan. Tienen ensaladas, incluida la Cesar (US$14.95) que, aunque está bien, entiendo que cada vez que la sirven el Chef Cesar Cardini, su creador, siente un tirón en el ojo derecho en su tumba. Mi esposa pidió la sopa del día (US13.95) que era una bisque de langosta, absolutamente cremosa, de buen sabor y servida en una justa porción. Tan buena como para considerar un par de lengüetazos rápidos al plato sin que nadie lo notase. “Disimuladamente”, dijo. A Dios gracias desistió de la idea, pero hubiera valido la pena.
El fondo está en las carnes, que llegan todas en el término ordenado (incluido el snob Pitsburg style) y perfectamente sazonadas. Ofrecen todos los cortes tradicionales: mignon, ribeye, new york, porterhouse, con y sin hueso y ternera y cordero, como especialidades (US $64.95 y $US69.95, respectivamente). Mi esposa pidió el filet mignon (10 oz US$64.95) y yo me debatí entre el Prime Ribeye (US$75.95) y el Bone-in New York Strip (US$72.95). Los steaks son servidos individualmente en platos que vienen a altas temperaturas del horno y el mesero le pide a uno que rectifique el termino al servir, para asegurar que la cocción esté en su punto. También tienen langosta y salmón pero no son los protagonistas del sitio.
Los acompañamientos todos bajo un mismo capítulo que ellos titulan “Vegetales”, incluyen champiñones, habichuelas y espinacas en crema, servidos muy suficientemente, pero también un Mac’n Cheese de cangrejo y unas papas au-gratin (US$17.95), laminadas con una bechamel con queso fundido, que viene burbujeante del horno, totalmente decadentes y adictivas, que como están en ese mismo capitulo las pide uno tranquilo, convencido que está comiendo carne con verduras y que eso clasifica como dieta keto.
Bajo esa lógica hay espacio calórico para postres (US$15.95). Nuestro favorito es el Signature Gooey Pecan Pie, homenaje al árbol del estado de Texas. Un pie con un relleno untuoso, dulce y bien balanceado con el helado de vainilla. Hemos probado también el Key Lime pie y New York Style Cheesecake más del gusto de mis hijos, menores de 30 años y que no le paran bolas a eso del azúcar y el colesterol.
Pappas Bros. Steakhouse es un clásico imperdible de repetición y recomendación sin reservas.
Acerca del autor
Juan Carlos Buitrago Suarez, economista con máster en Estados Unidos, gocetas y sibarita, se dedicó buena parte de su vida al sector agrícola. Es un apasionado de la gastronomía y sobresaliente cocinero que disfruta la exploración de ingredientes y de gadgets de cocina. Actualmente reside en Houston en donde combina sus actividades de consultoría para algunas compañías multinacionales, con una rigurosa práctica de las artes culinarias.
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