Berlín, Alemania. Pocas ciudades en el mundo tan inquietantes como esta. Capitalistas y comunistas se la repartieron durante más de treinta años, reconstruyéndola cada cual a su manera después de la ruina en la que la dejó la segunda guerra. El resultado, una mezcla de dos expresiones diametralmente distintas donde la una, totalmente contenida y austera, respira Rusia por todos lados, mientras la otra, histriónica y elocuente, se asegura de dejar claro el postulado de libertad que le dejó occidente. Un sabor tan familiar que, llegué a pensar que Bogotá alguna vez se quiso parecer a ella y casi lo logra.
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